No se puede borrar el pasado como si jamás hubiese existido.
El pasado está presente en cada uno de nuestros actos, sentimientos, emociones y acciones, como una luz ciega que guía nuestros pasos hacia adelante… y ese pasado no tiene por qué ser borrado ni convertido en un pequeño bollo de papel; sino que debemos tomar de él lo mejor, lo que nos hizo llegar al presente, lo positivo, alegre.
Cuando queremos hacer a un lado el pasado es porque en realidad no estamos del todo conformes con nuestro presente, pero debemos recordar que hoy es el presente, y en el futuro (mañana) será un nuevo pasado…por eso, intentemos recordarlo mañana como un momento vivido intensamente.
Cuando amamos, no elegimos que ocurra en un momento determinado de nuestras vidas: simplemente sucede, sin importar cuál haya sido nuestro pasado o cuál sea nuestro presente.
¿Y, si al amar, miramos de forma constante hacia atrás, hacia lo que se fue, hacia lo que ya no está? Es porque hay un hueco en nuestro corazón que duda, que no se anima a dejar los fantasmas en un pequeño recoveco de la memoria; es porque hay un hueco en nuestro corazón que en realidad no se anima a amar por miedo al pasado.
Y me pregunto ¿es posible temerle al pasado? Temerle a algo que ya no existe, que se esfumó, voló, que vive únicamente en fotografías, videos, cartas, o lo que sea. No lo sé.
Pero sí se que temerle al pasado y al futuro es prácticamente lo mismo: el pasado nos trae nostalgia y nos da miedo… el futuro nos llena el cuerpo y el alma de dudas, de intrigas, de incertidumbre y de temores que de forma inevitable nos conducen a la tristeza, a la decepción, a la lenta muerte del corazón.
Todos amamos con miedo porque ya sabemos desde nuestro pasado, o desde un pasado ajeno, que inevitablemente, sufriremos.
Esto es así porque los seres humanos somos sufridores por naturaleza, es como si nos encantara boicotear al sentimiento que nos puede volver más felices, es como si no soportásemos tanto amor, que de inmediato recurrimos a algún recurso (ya sea pasado, futuro) para que aparezca el miedo, las dudas, las intrigas, la incertidumbre, la tristeza, la decepción y, con ellos, la lenta muerte del corazón.
Si pudiésemos pensar que el presente se esfuma a cada segundo, que quizás no hay mañana y que el pasado ya lo dejamos atrás, quizás el amor sería algo que sucede y que dejamos fluir en su cauce natural hacia un futuro incierto, pero maravilloso.
Volver a los lugares donde se fue feliz
Hace 3 años